Comentario
La pintura de esta etapa se reduce, hasta hoy, a lo que nos ha llegado del palacio de Mari, cuyos restos hablan más de influencias semítico-occidentales que propiamente mesopotámicas.
Lo poco que ha podido recuperarse pertenece a dos épocas: una, probablemente, a la de Iasmakh-Addu, el hijo de Shamsi-adad I, y otra, a la de Zimri-lim, el último ocupante del palacio.
En el gran patio casi cuadrangular de su sector meridional, que conectaba con la antecámara del Salón del trono, y sobre un compacto revoque de estuco, se pintó durante el gobierno de Iasmakh-Addu, o quizás de algún predecesor suyo, un mural continuo de unos 2 m de altura. Su temática era de contenido religioso, pues representaba un magno cortejo sacrificial, junto a otros temas militares y mitológicos. De este mural han llegado dos fragmentos (Museo del Louvre) en los que se representan dignatarios clericales que conducen toros al sacrificio; abriendo el cortejo se halla el rey, representado a doble tamaño que los demás, aunque de su figura sólo, se ha conservado una mínima parte.
Parecidas a estas pinturas, por la técnica y estilo, son otros fragmentos del lado occidental del mismo gran patio y otros de las habitaciones reales. Sobre la entrada de la Sala del podio, que comunicaba con este patio, hubo también pinturas con el antiquísimo motivo de cabras, ovejas y bovinos en torno al Arbol de la Vida.
Cuando Iasmakh-Addu fue expulsado de Mari y Zimri-lim, en 1782, volvió a ocupar el trono, los frescos del patio cuadrangular fueron alterados al ordenar este rey intercalar entre ellos el motivo de su coronación. Ahora, sobre un sencillo revoque de arcilla se figuró la llamada Investidura de Zimri-lim (1,75 m de altura y 2,50 de anchura; Museo del Louvre), empleando únicamente seis colores diferentes, aunque con el predominio del ocre, todos muy bien tratados. En la parte central y dentro de dos alargados campos rectangulares, rodeados de esfinges, grifos y cebúes presididos por dos diosas orantes, se figuraron las dos escenas de principal interés. En una vemos a la diosa Ishtar en el momento de entregar a Zimri-lim los emblemas del poder y de la justicia, en presencia de otras tres divinidades. En la otra -rectángulo inferior- se ve a dos diosas que portan sendos vasos manantes, de los que salen plantas y cuatro grandes ondas, que se comunican entre sí, y en las que saltan peces.
Toda esta magnífica composición de la Investidura encierra elementos mitológicos con claras alusiones al mundo ctónico, terrenal y celeste. Desde el punto de vista iconográfico hay determinadas novedades que manifiestan influencias de origen sirio occidental, como antes apuntamos, visibles sobre todo en la actitud de los dioses, en la disposición de las hojas de los árboles en forma de abanico y en el enmarque general a base de roleos entrelazados.